ORIGINAL:
Adieu, farewell, earth’s bliss;
This world uncertain is;
Fond are life’s lustful joys;
Death proves them all but toys;
None from his darts can fly;
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
Rich men, trust not in wealth,
Gold cannot buy you health;
Physic himself must fade.
All things to end are made,
The plague full swift goes by;
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
Beauty is but a flower
Which wrinkles will devour;
Brightness falls from the air;
Queens have died young and fair;
Dust hath closed Helen’s eye.
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
Strength stoops unto the grave,
Worms feed on Hector brave;
Swords may not fight with fate,
Earth still holds open her gate.
“Come, come!” the bells do cry.
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
Wit with his wantonness
Tasteth death’s bitterness;
Hell’s executioner
Hath no ears for to hear
What vain art can reply.
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
Haste, therefore, each degree,
To welcome destiny;
Heaven is our heritage,
Earth but a player’s stage;
Mount we unto the sky.
I am sick, I must die.
Lord, have mercy on us!
§
Adieu, quebientevaya, dicha
mundana;
incertidumbre del mundo mana;
afectuosos los placeres de la vida
son;
son para la muerte murmuración;
sus piruetas no sabrán a ningún
lado ir;
enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
A los ricos, desconfíen de la
opulencia,
no sabrá el oro comprar la médica
ciencia;
el cuerpo por sí mismo cederá.
Todo lo que existe perecerá,
Camina la plaga sin saber dónde
ir;
enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
No es sino una flor la belleza
y con arrugas el tiempo le
atraviesa;
pierden sus cabellos los fulgores;
hermosas reinas han muerto
jóvenes;
Helena, de polvo cegada, ignora
dónde ir.
Enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
Miran profunda la tumba mis
músculos ufanos,
del valor de Héctor se alimentan los
gusanos;
no alcanza al destino el filo de
las espadas,
sostiene la puerta aún la Tierra a
sus espaldas.
Me claman las campanas; a ellas he
de ir.
Enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
Con su lascivia prueba el ingenio
de la muerte la amargura y el
genio;
el ejecutor de los infiernos
hace oídos sordos en los avernos
de lo que cualquiera pueda decir.
Enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
Apura, pues, el paso en cada paso,
para recibir con alegría el acaso;
son los Cielos nuestra herencia,
la Tierra, gran teatro, pura
carencia;
remontamos al cielo, ahí hemos de
ir.
Enfermo estoy, he de morir.
¡Señor, ten piedad de nosotros!
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