Comienzo mi elucidación partiendo de que fui formado (fraguado) en la inmensa y atávica tradición poética de Occidente. Civilización que posee una profunda nostalgia del Absoluto al (sa)verse inmersa en una oscura noche que le atraviesa desde su primer acontecer; esta civilización en crisis ha extrañado siempre un pasado mítico perdido, de ahí su urgencia por mimetizarse en toda geografía donde la profundidad mitologemática fundamenta, en todos los sentidos posibles, la existencia de sus pueblos originarios, generando de esta forma geografías de muerte y devastación bajo la apariencia de lo civilizado, del "intercambio cultural e intelectual" que no es sino eufemismo para el genocidio premeditado.
Occidente se funda en violaciones, raptos, quemas, conquistas, muerte. La fractura ontológica que habita el corazón de la civilización occidental es, acaso, resultado de sus colonizaciones violentas, de las aniquilaciones históricas, míticas y políticas que ha llevado a cabo y que a día de hoy le cobran factura; a pesar de no tener derecho, dirían algunos, a pesar de haber recibido la "civilización", dirán otrxs. Las afrentas de Occidente han sido ya demasiadas como para pasarlas por alto. En sus campañas coloniales han mimetizado tanto sus símbolos sagrados, que los han perdido del todo en sus elucidaciones epistémicas y espirituales; de ahí la ausencia de Dios que tanto les aqueja, de ahí la huida de sus dioses que ya no tienen cabida en un mundo hiperconectado, global, donde Todo está a vista de todxs. Pero si por todo eso morimos todxs, ¿para qué Todo, para qué? Resulta curioso que su misma idea de lo divino no es sino un secuestro mítico más, refinado y manipulado al grado de poder legitimar el expansionismo romano. El sacrificio ritual de Cristo fue tomado por el Imperio para someter a quienes sintieran en sí el dolor de sus heridas, algo nada difícil si es que nos consideramos seres que sienten emociones. Cargamos aún una Cruz que se nos ha legado como sacrificio necesario para ganar la dicha eterna. Anida una mosca en la carne quieta, la mosca del Capital.
De ahí el miedo que brota desde la República en torno a la poesía, entendiendo aquí a la República como la forma de gobierno que a día de hoy legitima a Occidente como la "perfección" de la Historia Política global. Los imperios, dicen, son cosa del pasado. La democracia es la cúspide de la forma organizacional que hemos generado, dicen los teóricos occidentales, horondos. Sin embargo, a día de hoy el fascismo más recalcitrante ha regresado en forma de tazos con estampados de democracia. Vota por la esperanza, aunque sea ésta sólo una apariencia. Es el miedo de quien conoce las capacidades del lenguaje, sobre todo el poético, miedo heredado desde los albores de la filosofía. Pues es innegable que el mundo que habitamos, la lógica occidental, se funda en la mal llamada "cuna de la civilización" con que se le etiqueta a la Grecia "Clásica". Términos todos acuñados para legitimar el pasado mítico de Europa como concepto territorial y a Occidente como proyecto globalizador. Todos merecemos las mieles de la filosofía, porque se nos dice que sólo se puede filosofar desde Europa o, a día de hoy, desde la epistemología occidental. Algo que es evidentemente falso, pero irrevocablemente necesario para perpetuar siglos de conquista y expansión colonial. El alemán y el griego, sentencia alguien como Heidegger, son las únicas lenguas que podrían alcanzar a expresar plenamente la filosofía; Ortega y Gasset dirá algo similar, (in)digno heredero. Recuerdo a Heidegger sumiso, sometido, secuestrado por la ideología y los lazos familiares, negando el acceso a Husserl a la biblioteca de la universidad donde ambos dos convivieron. Salvó la vida, ¿pero a qué costo? Sólo tuvo que legitimar al NSDAP. Es el precio por construir un pasado mítico y defenderle. Fueron acaso los filósofos en su constante búsqueda de la Verdad, quienes comenzaron a cazar, sin querer queriendo, a aquellos que imitaban imitaciones. En la búsqueda de absolutos se pierden los matices y las infinitas posibilidades de ser que ofrece lo poiético.
La poesía es un acontecer. Fueron los primeros homínidos, en sus intentos por narrar su experiencia de mundo, quienes hallaron el símbolo y fijaron para la posteridad sus cazas y rituales sagrados en las profundidades de bosques y cuevas. Lentamente fuimos tejiendo la piel de la serpiente (el Tiempo) que terminaría por devorarnos, y en sus entrañas fue descubierto el ritmo atávico de los tambores que dio forma y medida a la palabra que comenzó a florecer en nuestra conciencia. El golpe del relámpago fue fulminante y aconteció lo divino/sagrado en la articulación de la conciencia. Desde ahí el lenguaje es aquello con que aprehende el mundo el homínido parlante, y sus límites son recíprocos. La precisión de la palabra que nombra, somete a la Naturaleza y la arranca de su normalidad para ser fijada en el texto, aparecerá con la praxis poética, filosófica y humana. La poesía es un acto poiético antes que estético. En actitud poiética los homínidos parlantes somos más rebeldes porque el mundo está al alcance de nuestra habla. Quien controla, no somete, sino conoce, comprehende, asimila y ejecuta su lenguaje, es capaz de liberarse de la palabra soberana que dicta la realidad que hemos de habitar. Quien se integra a su lenguaje y le permite ser en su completud desde sí mismx, puede comenzar a ser libre. Por eso los filósofos destituyen a la poesía de su estatus liberador en la lógica de sus estatificaciones. Hay que tener en orden a la multitud. Nuestra sociedad occidental se funda en la invisibilización del individuo bajo la apariencia de la libertad individual. Un refinado mecanismo de cooptación de las conciencias. Tenemos libertad de consumo, no sólo en los estantes de las transnacionales del Norte Global, sino de epistemologías aprobadas por quienes hemos elegido democráticamente. Pero ese consumo es simulacro. Véase la cantidad de textos prohibidos en los Estados Unidos y Europa, por ejemplo. Nuestra libertad se sustenta en la delegación Intelectiva de nuestras conciencias. No queremos pensar, sino que se nos ofrezca un enorme repertorio cultural, intelectual, político, así es más fácil digerir las complejidades del mundo. Somos una sociedad de aves recién salidas de la cáscara que se niegan a volar prefiriendo el eterno masticar de nuestra madre para no atragantarnos.
La pérdida de lo sagrado en el lenguaje, la domesticación de lo simbólico en pro de proyectos expansionistas, el esclavismo de la palabra, todo es parte responsabilidad del poeta, sí, pero sobre todo de aquello que siempre ha habitado en las sombras, "la autoridad". Cuando la poesía se retrae para no ser perseguida, el poeta cambia su hábitat. El acontecer poiético migra de lo ritual, de lo oculto, de lo religioso (en su sentido más primitivo como la forma en que nos religamos con el mundo) hacia la corte, las villas de los mecenas, al paredón o a las olvidadas calles del silencio. Reitero mi forjación en las fraguas de Occidente. Hablo de la Tradición que me atraviesa. Vengo de una casta de cantores cuya voz fue secuestrada por el interés de supervivencia y la necesidad de un puñado de monedas. Vengo de una casta de cantores que han fundado imperios, que han legitimado genocidios, que han aplaudido fusilaciones. Dante, acaso, nos permite una breve anécdota: se hallaba éste en la corte de un señor cuya benevolencia le alimentó, cuando de pronto el mecenas le pide que le entretenga. Dante responde, para eso tienes a tus bufones, yo soy poeta. Pero qué gran poeta fue, funda para la cristiandad el castigo eterno de los infiernos y en él coloca a sus adversarios y a todos aquellos que no eran de su agrado; a los que fueron buenos, pero no cristianos se les permite purgar el Espíritu y a los mejores de su época, grandes amigos, maestros y cómplices les toca la perfecta belleza de la Eternidad. Esa es la lógica del poder poético en manos de "la autoridad". La Tradición poética de Occidente consta de breves momentos estelares, pero esos momentos no son sino aquello que la Tradición ha querido transmitir para legitimar su continuidad histórica. Occidente a día de hoy estaba a punto de concluir su proyecto colonizador global. Pero ha caído presa de sus propios métodos intervencionistas, de su propia lógica de mercado y su neoliberalismo asesino. Platón trató de desterrar a la poesía, pero quienes sí ostentaron el poder de la República y las maneras imperiales, comprendieron y atendieron a la poesía como fundadora de verdades míticas para legitimar todo Presente. No es insignificante que la posmodernidad, en su lógica interna como perpetuadora de un colonialismo más suave, más amigable, más democrático, proponga un Presente Perpetuo, porque hemos alcanzado, para la conciencia europea (occidental) el Fin de la Historia.
Siendo la poesía (el acontecer poiético) el sustrato mítico (mitologemático) que dona cohesión y coherencia a lo común, a lo comunitario, a la colectividad, es por sobre todo necesario secuestrarle y hacer de ella la herramienta que legitime al poder y le dé la "autoridad" para dirigir al pueblo llano, a la multitud que ha delegado su pensamiento crítico a los líderes en turno. Pienso en la necesidad de un Rómulo, de un Remo, de una Loba, de un Dorado, de un Destino Manifiesto, de un texto sagrado que vindique la transmisión de un genocidio en vivo y en 4K... Es la interiorización de lo mítico fundacional donde Occidente halla la necesidad suprema de mantener cooptados a los "artistas", haciendo énfasis aquí, en los poetas "oficiales". Nuestros teóricos, poetas, novelistas, cuentistas, ensayistas, pensándome aun heredero de esa tradición genocida, han legitimado y dado forma a los genocidios en Palestina, Congo, México, Yemen, Irak, Vietnam, China, Japón... La lista es larga y de fácil rastreo. Sin embargo, Occidente ha fallado terriblemente en borrar, en vaciar la Historia, y llenar el cántaro con sus mitos y leyendas, porque quien mucho abarca, poco aprieta. Blanquearon a Cristo, a los faraones, a los viejos aqueos, a las bestias más feroces. Soy también heredero de los cientos | miles de poetas fusilados en Bulgaria, Palestina, Yugoslavia, la URSS, Irak, México, Chile... La historia la escriben los vencedores con la sangre de los vencidos. Esta sangre que me brota viene poblada de voces ejecutadas, colgadas, exiliadas, llevadas a la inanición. No todos tenemos derecho a una beca, a un posgrado en literatura, a un mecenas, a ser moneda de cambio cultural o intelectual. No toda voz es válida en la noche oscura que nos atraviesa.
Pero la "noche oscura", ¿para quién? Porque desde aquí, a pesar de la contaminación, aún brillan irrevocables las estrellas. Aquí en los cerros aún se escucha a los dioses llorar, aquí en las calles adoquinadas aún se siente a los dioses bailar, allá en los desiertos aún se mira a los dioses caer, en la selva aún puedes morir devorado por el jaguar. La noche oscura se nos legó, se nos arrancó de nuestros campos floridos para someternos a la maquinaria del mercado y a las fracturas del ser que devienen del extractivismo y la esclavitud. Fueron miles de cuerpos y espíritus los sacrificados por el Mercado en las minas de plata del Potosí. Pero gracias a esos sacrificios rituales para la extracción de moneditas de plata y oro es que Europa logró sobrevivir al embiste de sus crisis. Es Occidente quien ha perdido su vínculo con lo sagrado y ha profanado al lenguaje en su salvaje cacería de brujas. Es Occidente quien ha olvidado el Ser y ha tratado de suplantarle con otras cosas y otros destellos. No es baladí que tras el fracaso de su proyecto expansionista colonial llamado (pos)Modernidad, sustentado con el infantil deseo de la Ilustración por iluminarlo Todo, hayan puesto al filo su condición humana y hayan atravesado el velo hacia una condición póstuma donde la posverdad, el cálculo frío de los números imaginarios y la normalización del horror han ganado la partida. Pienso en la muerte calculada en lejanas oficinas de gobierno, genocidios esperados, algunos incluso necesarios, esclavitud moderna (asalariados), esclavitud posmoderna (extractivismo por medio de un esclavismo invisibilizado que fácilmente podría ser peor), precarización del 99% de la población mundial y un largo etcétera.
Occidente se encuentra hoy en día en su momento de mayor fragilidad. La batuta imperial debía ser entregada de Inglaterra a Estados Unidos y de estos a Israel. Pero el proyecto expansionista de Occidente fracasó dentro de su propia lógica bélica. Ha dejado al desnudo su única misión: controlarlo todo a como dé lugar. Sus economías se sostenían del extractivismo en África y el Sur Global, pero ahora están perdiendo esas "minas de oro", cobalto, litio y sangre. La muerte de Occidente es moral, sus guerras han dejado una profunda marca en la memoria histórica y cada día se revelan nuevos datos que no hacen sino de la herida una llaga viva y ponzoñosa.
No es de extrañar que en los últimos tres años no hayamos visto poemarios o manifestaciones artísticas "oficiales" posicionándose del lado de los masacrados, de los genocidados, de los menos. Porque los poetas están secuestrados por el Capital, podrían morir de hambre si hablasen, todo el sufrimiento pasado para lograr sus "enormes trayectorias" y lugares de "poder y gloria" se vería desprestigio. Cómo pensar en quitarle su cena en un restaurante de lujo a un poeta premiado con el Aguascalientes. Qué falta de empatía y respeto. Deciden ser el bufón, entretener, antes que tomar sus bienes y salir a denunciar los malos tratos de sus amos, lamer zapatos Balenciaga antes de tomar las armas y las instituciones, escribir bellos poemas y cuentos desconectados de la realidad con sus plumas Montblanc en regios cuadernos de papiro... intelectuales y artistas prefieren arrastrarse para lamer migajas de sus políticos padrinos madrinas dueñxs.
Aqui surge la urgencia de una necesidad. La urgencia de poesía como actitud de lucha frente al genocidio del mundo entero. Porque lo que sucede en Palestina se repetirá pronto en el resto del globo; el laboratorio bélico y tecnológico muestra, quitado de la pena, las armas que se exportan al CJNG, a la policía en Oaxaca, a los Zetas, a la policía en Querétaro al Cártel del Golfo, a la DEA, a tu casa. Pienso en Arquíloco abandonando su escudo, símbolo sagrado del guerrero aqueo, lo abandona para salvar la vida, pero ignora acaso que con él abandona su condición de siervo y hace suya su vida antes de morir por el señor que le comanda a batallar. Salvar la vida, no sólo nuestra, sino de los abandonados, donarle voz a quienes les han cortado la lengua. Permitir a la poesía habitarnxs y que desde nosotrxs florezcan nuevos campos floridos donde colectivamente podamos fundar nuevos amaneceres, atardeceres, lluvias, neblinas, un archipiélago de estrellas bajo el cielo eléctrico de los dioses en repliegue, aquellos que retornan de su exilio, un cielo lejos de la oscura noche que se cierne sobre el Viejo Continente y sus reinos proxy, lejos del fatídico destino que le espera a los asesinos de culturas enteras, lejos de los campos de exterminio, mayor logro de Occidente.
Entendiendo a la poesía como el acto inicial con que nos narramos, como la herramienta originaria del proceso poiético que da forma al mundo desde nuestra capacidad de aprehenderle por medio del lenguaje que nos habita y la palabra que brota de él, es que se le invita al poeta a crear/hacer desde lo real tangible, abandonar sus sueños aspiracionistas antes de que sea demasiado tarde. Si el "poder" tiene ya secuestrado el relato "oficial", la urgencia de una contra/narrativa/mitología es crítica. Si nos sabemos cubiertos por la noche oscura de Occidente, hemos de encender el fuego sagrado de la palabra y recuperar su sentido mítico, sagrado, ritual y poiético. Desmontar las posverdades, los relatos fundacionales con que se ha sometido a la gran mayoría de voces. Reconozco aquí que mi lengua materna, siento horror decirlo así, es el mexicano, que no el español, porque esta habla viva que me habita no es la misma que habita en la península ibérica. Pienso aquí en Paul Celan, cuya tarea fundamental fue hacer uso de la lengua de los asesinos de sus padres, ambos, para crear la más compleja perfección poética desde la dislocación del lenguaje alemán. Destruir el lenguaje impuesto por los bárbaros conquistadores, faltarle el "respeto" a esta enorme institución que es la lengua española, en mi caso particular. He ahí una enorme tarea para quien realmente quiera sanar la profunda herida sobre la tierra, lo colectivo, el lenguaje y los cuerpos.
La poesía como acto de reparación colectiva. Retornar a la práctica comunal de la compartición poética, del quehacer poiético en tanto (con)formación de islotes culturales para la integración de lo colectivo desde los distintos ángulos que permite el mirar el mundo. Retomar el fuego y alrededor de él cantar a la vida, al dolor, al recuerdo o a los dioses, nuevos, viejos, híbridos, inexistentes. De esta forma es que se le arranca lo poético de los "espacios oficiales", de los poetas hegemónicos que guardan silencio y con ello se vuelven cómplices. Así es como se arrebata lo poético al "poder", a la "autoridad". Es en su origen el mismo principio de violencia que aplica Occidente: arrancar como si todo fuere propiedad de alguien. Es acaso un acto violento, sí, pero nada comparado con los genocidios perpetrados por las fuerzas colonizadoras aquí y en Palestina. Es un acto violento, sí, pero necesario. Porque sólo es en el acto volitivo del arrancar que podremos arrebatar la "propiedad privada" que es el quehacer artístico en las manos del poder. Como puede verse en los actos desesperados de la lógica imperial, de todo lo que ha robado y asimilado para sí, lo que menos deseará soltar el poder hegemónico será la narrativa, la capacidad poiética de decir: no te creo.