viernes, 1 de diciembre de 2023

El poeta y sus máscaras

 

En algún lugar leí que la tradición occidental ha determinado el destino del poeta: la locura o la muerte. En el mausoleo de mi espíritu es Hölderlin emblema de los primeros y Pizarnik de los segundos. Rimbaud salvaguarda su integridad al retirarse a los veinte años y traficar armas en Etiopía, eran otros tiempos. Parra, bueno, pues era Parra. En este breve espacio de tiempo poblaré de flores diversas el viento.


1

Hasta hace poco logré distinguir entre poeta y poeta-oficial. Hay muchos poetas-oficiales, escritores les llaman. Con rigor de humildad: el poeta es algo más. La poesía es en los márgenes, extiende los límites; es el lenguaje de aquellos que habitan al filo del abismo. Pero no en su sentido fatídico, sino como posicionamiento crítico frente a aquellos que habitan en el centro y su lenguaje ha sido viciado por el poder institucional. El poeta canta y baila a pesar de los truenos y de la lluvia, del hambre y la zozobra; el poeta se eleva caminando sobre el viento en las palabras que lo habitan y con las que pobla el mundo que habita.

            En México es muy claro este fenómeno. La independencia editorial de los jóvenes escritores es prácticamente nula. Se acercan a las editoriales del Estado para ser publicados o se alienan a los grupos culturales establecidos. El amiguismo es constante. El chantaje sexual una realidad. Aparecen lumbreras autogestivas constelando el cielo cultural de cualquier ciudad, pero la inevitable dependencia de algún espacio, grupo o poder político impone el sello de la marca personal del gobernador en turno. El acaparamiento de proyectos es una constante en cualquier estado que busque secuestrar la percepción cultural, lo que importa son los números para el informe de gobierno. El robo de proyectos es también una práctica constante en la institución cultural mexicana. Son pocos los proyectos autogestivos que sobreviven a la presión institucional y se mantienen al margen de lo culturalmente aceptado en la cartelera mensual de actividades de esparcimiento para las familias de bien de una ciudad neocolonial posbarroca; hablemos de lo local.

            Lo poético migra de espacio. Busca la alteridad a lo institucional. El poeta-escritor está cómodo en la estructura de una beca con lineamientos institucionales y burocráticos que rayan en lo ridículo. Existen cursos para el correcto llenado de los formularios. Pero los nombres en los resultados suelen estar plagados de conocidos o familiares, y salpicado de jóvenes promesas. El poeta-escritor se posiciona en lo que Ezra Pound llamaría inventores, aquellos que descubren un proceso o diversos procesos creativos. Cavalcanti, Arnaut Daniel; Gerardo Arana, Luis A. Arellano. Sin embargo, el panorama institucional está lleno de lo que llamaría diluidores, hacedores de cosas de menor intensidad, variantes tumefactas y difusas de aquello que siguen o persiguen.[1]

            El poeta atiende a lo que Pound determinará como maestro, quien aparte de sus propias invenciones, es capaz de asimilar y coordinar un número considerable de invenciones anteriores. En palabras crudas, quien arraigue dentro de sí su Verdad y la Verdad de quienes constelan su espíritu. De ahí la importancia de leer más de lo que se escribe. La manufactura de artefactos poéticos es más bien una donación ritual a la constante vorágine espiritual que constituye la Cultura. En 1821, Shelley diría que todos los poemas del pasado, el presente y el porvenir son un solo poema infinito en escorzo, erigido por todos los poetas del orbe (A defense of poetry). A la sombra de María Zambrano, el poeta es un espíritu encarnado que habita el mundo de los vivos para mirar con la inocencia del desconocimiento,[2] maravillarse por la belleza que le rodea o entristecerse por los calvarios a que se ha sometido a los suyos. Ya será del mundo la responsabilidad de matar a sus poetas o llevarlos a la locura.

 

2

Si bien la profundidad epistémica, mitológica y cultural escapan de mí, la película Inu-Oh, de Masaaki Yuasa, contiene elementos con los que me es propicio dialogar: el tiempo, la memoria y las máscaras.

Lo temporal.

            El tiempo natural, entendido como el tiempo compartido intersubjetivamente que nos permite establecer que aquí en México son las 12:48hrs y en Japón son las 3:48hrs, actualmente tiene sus problemas epistémicos y su coyuntura está supeditada a la producción y consumo;[3] pero el tiempo intencional, que es un tiempo estático y en constante flujo, permanece siempre sobre sí mismo, pero avanza; es ese el tiempo de los poetas, y está más vivo que nunca. Fueron los antiguos, los locos y los poetas quienes visualizaron la posibilidad de un tiempo maleable y remanufacturable. Hay tiempos rotos, tiempos dentro de otros tiempos, tiempos futuros, inciertos, alternativos, paralelos, diametrales, invisibles. En el tiempo intencional pueden acontecer sólo diez minutos en un plazo de ocho meses, Eiichirō Oda lo hace constantemente.

            Al decir que todos los poemas son un único poema en escorzo, se intuye también que todos los poemas habitan un único tiempo inmanente sobre el cual cuelgan hacia los ojos de quien les percibe. En este sentido, el poeta habita lo intemporal y permanece oculto en su nombre hasta que es leído/escuchado. En la percepción del otro se halla su existencia. Merlaeu-Ponty hablará sobre una conversación entre espíritus cuando toca al acto de lectura, no podía estar más en lo correcto. Es el en contacto espiritual con el otro donde se gesta la aprehensión de aquellas Verdades de que hablábamos más arriba. Tomona no es percibido hasta que se le nombra; permanece oculto en el silencio del mundo, pero sólo suspendido en el tiempo.

            La memoria

            Su cuerpo espiritual se hace presente en la memoria del mundo en tanto es percibido. Tomona retorna al contacto con el otro en la conversación entre espíritus que se da tras su nombramiento. Tal como aparecen los guerreros Heike tras ser nombrados y así narran sus historias al poeta Tomoichi, quien tras arraigar en sí las Verdades de estos espíritus pasará a nombrarse Tomoari. La transmutación nominal recae en lo simbólico-religioso. Es una forma de permanecer en la memoria del mundo: ¿quién soy? ¿cómo soy nombrado? El nombre implica pertenencia, inventario, catalogación, etiquetación, forma de ser en el mundo; es una carga que puede ser pesada o ligera, una tradición o un rompimiento; la continuidad o el final de un linaje. En el poeta es una de las complejidades más atávicas que le aquejan. Para evitar las vueltas: Fernando Pessoa.[4]

            Basta que alguien me piense para ser un recuerdo, canta Girondo desde el fondo del cielo. Basta que alguien nos piense para aparecer en su memoria; así se da el reencuentro de Tomona con Inu-Oh, sólo gritando su primer nombre es como el padre de Tomona aparece frente a Tomoari. Nuevamente, el poeta habita en lo intemporal de la memoria y será ahí donde haga nido y cante.

            Las máscaras

            Inu-Oh aparece por vez primera portando una máscara. El otro, el extraño. Deforme cuerpo humano nacido para no ser capaz de bailar en una familia de danzantes Noh. Es en el contacto con la música que el cuerpo comienza a comunicar; acontece el baile. Forma natural y primitiva de la comunicación tribal. El lenguaje del cuerpo trasciende la maldición impuesta y parte a parte recupera la estructura natural del hombre.

            Tomona es cegado por el fulgor de Ame no Murakumo no Tsurugi (Filo de lluvia de nubes en racimo)[5][6] aprende a tocar la biwa y, por tradición, adopta el nombre de Tomoichi (la terminación -ichi, explican, designa a quienes tocan la biwa). Tener nombre es tener vida; un rostro. El padre dejará de reconocer al hijo tras la adopción del nuevo nombre, se irá desvaneciendo con el paso de los otoños. El peso de su nombre anterior, la venganza del padre, la vindicación de la madre, han quedado atrás. Ella ha muerto. Tomoichi invoca por última vez al padre para que nombre a los guerreros Heike; olvida finalmente el camino de regreso al hijo cuando éste pasa a nombrarse Tomoari. El niño se vuelve hombre, el hombre pierde cualquier distinción de género y trasciende a lo inmanente, existe por el simple hecho de existir para nombrar aquello que ha sido olvidado y darle su lugar en el mundo nuevamente: el clan Heike.

 

3

Ambos poetas, distintos lenguajes: la música, el canto y el baile en comunión. Un destino en común, la transmisión de una historia y su recolocación en la memoria colectiva de la tribu. En algunas tradiciones el hombre es creado para preservar el lenguaje de la tribu, para cantar a sus dioses y orar por ellos; la noción de un ser narrativo-poético es intrínseca a toda cultura.

            Pero sobreviene la catástrofe. Tras el último acto performático, Inu-Oh recupera su rostro. Se revela su verdadero ser. Ashikaga Yoshimitsu, Shōgun, solicita de la manera más atenta que dejen de cantar la versión de los espíritus del clan Heike y se atengan a la versión oficial del clan Yoshimitsu. Inu-Oh acepta sólo tras reconocer en Ashikaga al asesino de su amigo. Se institucionaliza y repite honradamente la versión oficial de quienes ostentan el poder. Tomoari permanece en las lindes del mundo cantando la Verdad de los espíritus Heike hasta que es decapitado por las fuerzas del orden. El occidental se sentirá aliviado de su civilidad al saber que de este lado del mundo ofrecemos la cicuta a quienes alteran el orden establecido.

 

4

El poeta-oficial será reconocido por la tribu que reconozca en su Estado el perfecto orden de cosas en el mundo, como Inu-Oh, tendrá unas cuantas décadas de fama y prestigio. El bienestar es crucial para el hombre, sin lugar a dudas. Pero no todos los caminos llevan a Roma.

            El poeta resiste en los límites. Acucia sobre los problemas críticos del mundo que lo habita y del mundo que habita; es sólo cuestión de saber escuchar, siempre ha sido cuestión de saber escuchar entre el ruido de la tormenta y el ruido de los mass media. El poeta permanecerá bajo la tempestad cantando y bailando, de ser posible, narrando aquello que no queremos escuchar, nombrando aquello que deseamos ignorar; nos mostrará la sangre derramada de los inocentes o las glorias desatadas del emperador. Será decisión propia elegir a quién escuchar.

           

           



[1] En tanto no salgamos de la falsa percepción que nos sitúa en el Siglo de Oro, Querétaro no tendrá cabida en un panorama literario serio; no todo puede quedar en manos de las editoriales independientes que apenas y pueden sobrellevar el peso del taxi en que llegaron con sus cajas de libros, no son los gestores culturales independientes los que deben hacer de agentes literarios con las estructuras de difusión suficientes. La cultura institucional está muy cómoda bajando fondos y negándose a atender a los artistas locales so escusa de falta de fondos y de que ellos no son los responsables de ello, ¿a qué campañas van esos dineros? ¿si no es una secretaría de cultura, quién atiende a la cultura?

[2] Epojé fenomenológica o puesta entre paréntesis; quiero decir, mirar con la genuina mirada del infante que está reconociendo el mundo.

[3] Cfr. Yépez, Heriberto. (2002). “Del porno-tiempo y otros instantes eyaculados”, en Todo es otro: a la caza del lenguaje en tiempos light. CONACULTA, pp. 90-104.

[4] El heterónimo, para evitar la vergüenza de ciertas lumberas literarias queretanas, no es una forma de pseudónimo o de alter ego, sino una personæ completamente independiente ontológicamente de la fuente vital; un ser-en-sí-y-para-sí que únicamente depende de la fuente vital para manifestar su mirada en el mundo.

[5] La ceguera es también una característica del poeta como vidente; la alteración de los sentidos simbolista es una forma artificial para la experimentación de la ceguera. La embriaguez de Baudelaire atendía a esta desconexión de los sentidos para la elevación espiritual, no al mero divertimento lúdico en aras de una “perra cruda”.

[6] Reitero mi desconocimiento de los mitos japoneses, pero en el supuesto de que esta espada simboliza para la tradición nipona el Valor, me pregunto si no será que Tomona lo aprehendió y por ello es que fue capaz de soportar los vilipendios a los que fue sometido hacia el final de la película.


No hay comentarios:

Publicar un comentario